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Activista… ¿para qué?

Activista… ¿para qué?

Por: Vanessa Gómez

Una persona con las necesidades básicas resueltas y con acceso a uno que otro gusto e incluso algún lujo, ¿por qué elegiría militar en algún tipo de activismo?

Se sabe que luchar por “causas nobles” genera buenos comentarios, sonrisas complacientes, una que otra palmadita en la espalda y ya. Pero la mayoría de personas prefiere ver los toros desde la barrera y en el mejor de los casos, echar porras desde ahí. Porque meterse de lleno a defender una causa significa una buena inversión de tiempo, energía y a veces, bienestar.

Insisto, entonces, ¿por qué involucrarse en una causa?

La respuesta es obvia: porque es necesario.

A lo largo de la historia se ha avanzado en términos de derechos humanos, sociales, políticos, laborales, sexuales, reproductivos, etc., pero hablando específicamente de los derechos que atañen a las mujeres, son conquistas que, de no ser vigiladas, pueden ser vulneradas en cualquier momento.

El activismo hace esa guardia permanente. Porque por increíble que parezca es una guerra en la que el sistema patriarcal y los sectores anti derechos no descansan, por tanto, la ciudadanía organizada tampoco puede hacerlo.

Para muestra un par de botones: en junio pasado, la Corte Suprema de Estados Unidos terminó con la protección federal para garantizar los derechos reproductivos que las mujeres de aquel país habían conquistado en 1973.

En México, después de décadas de funcionamiento desaparecieron las estancias infantiles y escuelas de tiempo completo, que aliviaban el trabajo de cuidados atribuido a las mujeres de manera casi exclusiva. La pérdida de esa conquista laboral y educativa dejó a millones de mujeres y sus infancias en vulnerabilidad social y económica, entre otras.

Estos dos ejemplos dan cuenta de que la amenaza a los derechos, incluso los ya conquistados, es permanente y por lo tanto, el trabajo de la sociedad civil organizada también debe serlo.

En un país como el nuestro, en que las desigualdades y las violencias son tantas, el papel del activismo ciudadano es tan crítico como peligroso. Tan solo en 2022 se registraron 72 asesinatos de personas activistas, principalmente en temas ambientales, territoriales y algunos otros conflictos sociales.

Y a pesar de todo, cada vez somos más personas dispuestas a trabajar activamente no solo en la defensa y vigilancia de algún derecho conquistado, sino en el impulso de nuevas normativas en favor de muchas más causas.

Más allá de lo obvio de la necesidad de este trabajo organizado, las razones pueden ser tan diversas como la cantidad y tipos de activismo que existen, pero en el caso del combate contra la pobreza menstrual y específicamente del trabajo que hacemos en Fundación Femmex, lo que nos mueve es:

1) Reconocer los privilegios de los que gozamos quienes integramos la Fundación.

2) Conocer poblaciones en situación de vulnerabilidad menstrual.

3) Entender que podíamos aportar un granito de arena.

4) Tener la voluntad de hacerlo.

Y en este último punto, el de la voluntad, es donde Femmex ofrece una alternativa a todas aquellas personas que sientan empatía por contribuir con nuestra causa; porque entendemos que el activismo se puede ejercer desde distintas trincheras y sin necesidad de participar de manera presencial.

Con Femmex cualquier persona puede convertirse en activista contra la pobreza menstrual participando en cualquiera de nuestras campañas a través de las cuales recaudamos recursos económicos y materiales para seguir atendiendo a personas en situación de vulnerabilidad.

Si quieres conocer más detalles de cómo participar, síguenos en nuestras redes sociales donde permanentemente estamos convocando apoyo y rindiendo cuentas del trabajo hecho. En todas las redes nos encuentras como @ffemmex.

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